domingo, 16 de noviembre de 2008

De canción a cuento


Tengo (creo) la mala costumbre de caminar o estar en un lugar y comenzar a cantar bajito una canción que quizás no me la sepa completa, pero tendrías que ver mi cara de tarado pensando – que buena canción! Durante otras tantas me creí compositor y comenzaba a improvisar juntando palabras y partes de canciones sin querer para sacar el nuevo éxito de mi estado emocional, el cual muchas veces se encontraba debajo de una envoltura rota de galleta de soda en medio de la Vía Expresa durante una lluvia de madrugada. Si, así de mal. Sin embargo, a mi siempre me han gustado e interesado esas canciones demasiado sentimentalonas y casi casi corta venas, pero tampoco es que me haya encasillado en un solo tipo de música, yo escucho de todo, he pasado por casi todos los géneros musicales que se puedan haber tocado alguna vez. Particularmente yo me doy cuenta que una canción me toca realmente cuando la escucho y me da miedo escucharla, siento que me llena totalmente al punto de explotar y gritarla a modo de seguirle el paso mientras sonrío tratando de ubicar la letra en algún momento de mi vida. También están esas canciones que nos marcan una hora y fecha en especial, hay una que me recuerda las tardes de Diciembre con el viento levantando con miedo las cortinas de mi cuarto y pensando en que feliz puede llegar a ser uno siendo tan torpe. Un par más me recuerda los últimos días de cole, donde todo era grito y más grito que me decía que recién empezaba a vivir, y muchas más me recuerdan a personas en especial, a lugares en específico y palabras exactas que escuché o dije; pero las canciones que más me gusta recordar son aquellas que me recuerdan a mi mismo, que hicieron durante varios momentos una continua búsqueda de algo que no sabía que me tenía que convencer de unas cosas, que durante mucho tiempo vine defendiendo a capa y espada porque yo era así, sigo siéndolo pero deje de ser una canción para ser un cuento.

Creo que las veces en las cuales he disfrutado más una canción son por estas épocas, cuando la tarde se hace larga y en la noche hace una mezcla de frío y cálido que choca contra uno y si se tiene suerte una pequeña llovizna, y si me muero en ese instante solo voy a lamentarme no haberme despedido de ti antes. Con una canción que yo considere como mía me puedo teletransportar mentalmente a un lugar que no existe ni nunca existirá, me voy a una playa sentado solo mirando el mar con un atardecer rojo un viento suave gritando la canción si lo es para mí y haciendo catarsis en medio de la arena volviendo a recordar acá en mi realidad esos momentos o esas personas, pero por mientras pongo la mente en blanco y disfruto cada parte de la canción, es una adicción, la música es parte de mí, totalmente.
Nunca pude terminar de armar un ranking porque se me ocurren tantas formas de clasificarlas que a fin de cuentas todas entran y no, no puede ser así. Y cada vez que comienzo a juntarlas algo pasa, pierdo la lista, se me borran las canciones y hacerlo de nuevo se me hace tan interminable que mientras sigo ahí en la playa escuchando las nuevas canciones me olvido que antes tuve tan buenas excusas como ahora. Durante un tiempo se me dio por escuchar las canciones en mi cuarto echado boca abajo en mi cama con la luz apagada y con las ventanas abiertas, dicen que todo tiempo pasado fue mejor pero no se hasta que punto podría volver a soportar los ánimos y las circunstancias de esos meses hace un par de años, y parece que siendo más que supersticioso hace segundos lo acabo de volver a sentir. Gracias.

En épocas cuando todo esta borroso y confundido la música resulta ser una suerte de lado oscuro que me hace pensar y convencerme de unas cosas que en su mayoría son ciertas pero trato en lo posible de tener control sobre ellas que, según la música, es lo mejor para mí, pero siguiendo con la lógica de mi vida, no es que resulte lo mejor para mi en ese momento ni luego, sino que es lo mejor para seguir manteniéndome yo como tal. Mal. Pero supongo que será una especie de suerte la que me haga ver de esa forma mi vida, entre canciones que me pueden matar y otras que me pueden salvar, que sean lo suficientemente fuertes para resistirme en épocas de tormenta y otras más totalmente ligeras para mantenerme dormido mientras sigo viendo las olas en esa playa que jamás existirá, y mientras este ahí sentando quizás volviendo a gritar las mismas palabras que alguna vez pensé y sonreía por el hecho que la casualidad me resulte tan tonta en mi vida que resultaron formar parte de una canción, ahí es cuando mantendré los ojos cerrados y cantare, cantare.